Sinopsi
«Alfred Russel Wallace fue un hombre asombroso»,
así resume James T. Costa la esencia del personaje
biografiado en este libro. Y vaya si lo fue… ¿Cómo
pudo un naturalista autodidacta llegar a convertirse
en uno de los biólogos más importantes del siglo
XIX? Sus hallazgos científicos, los azares de su vida
aventurera, su personalidad inquisitiva e ingenua a
partes iguales, su inteligencia y capacidad como
observador continúan siendo motivo de asombro para
cualquiera que se asome a su vida hoy en día. Su
logro más conocido es el de haber descubierto la
selección natural como motor de la evolución de las
especies con total independencia de Charles Darwin,
un capítulo de su vida que sigue siendo fascinante y
que selló la amistad, para siempre y a pesar de todo,
entre los dos científicos. Pero esto solo es una
pequeña parte. Entre otras cosas, trazó la famosa
frontera zoológica que hoy conocemos como línea de
Wallace, fue un experto zoólogo y explorador, sus
aportaciones al evolucionismo (selección sexual,
efecto Wallace, mimetismo) son indiscutibles, creó la
biogeografía evolutiva y fue un precursor de la
moderna biogeografía de islas. También visitó otras
áreas, fue espiritista, antivacunas, socialista y, tal vez
lo más importante, un impenitente optimista aun en
medio de las mayores catástrofes. En definitiva,
como nos recuerda aquí Costa, fue «el primero y el
más grande de los científicos humanitarios».