Sinopsis
«No me queráis tanto, que me vais a matáh» nos dice
el dramaturgo, director de escena y performer Alberto
Cortés en su nueva pieza, Analphabet. En ella, los fantasmas
ocupan el papel protagonista de una historia
construida sobre y a partir de la melancolía, la vulnerabilidad
y la pena a las que nos llevan en ocasiones
las relaciones de pareja.
Ambientada en una mezcla de paisajes vascos, playas
andaluzas y bosques del romanticismo alemán,
Analphabet es (quiere ser) mito y consuelo de nuestras
heridas y azote de nuestros abusadores. La palabra
se convierte así en sanación del cuerpo maltratado
y en altavoz de los abusos tantas veces silenciados
que se dan (también) en las relaciones intragénero.
Entre los múltiples paisajes y visiones aparecidos en
estas páginas, encontramos a otros fantasmas que
comparten genealogía: Goethe, Hölderling, Novalis,
Bergamín o Anne Carson.
Como correlato de esta herida, Siempre vengo de noche
se cierra con un cuaderno de notas, o diario de trabajo,
en el que el autor crea otra obra donde recoge sus
inseguridades, contradicciones e impresiones acerca
del hecho escénico y del oficio mismo de escribir.